Plegaria Ucevista

Vírgenes, banquillos, cáliz, velas, confesionarios, santos y curas, son precisables al emperifollar alguna iglesia, sin contar de los agobiantes murmullos que suponen las súplicas a la resolución de lo insostenible, las benditas oraciones, en donde La Central encuentra su primera semejanza con las doradas sacristías.
En tiempos como estos, los feligreses que mochila a cuestas, tras empellones en Ciudad Universitaria asistimos a recibir el sermón de titulados reconocidos, académicos viajados, prácticos en su materia, orgullo de nuestro país, nos hacemos la misma pregunta al unísona ¿Qué pasará hoy? Pues el día a día ha dejado de ser monotonía en las entrañas de la máxima casa de estudios. La adrenalina borbollea como ostia sin absolución.
“La marcha es mañana” “disparos desde la cachucha” “un balaceado en El Clínico”. Nada, ya nada nos sorprende, ¡Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa! ¿A quién culpamos sin parecernos a los apedreadores de la meretriz? Los que menean los pupitres, Los que se pintan las palmas, Los que ostentan el poder divino, los que se hacen llamar de izquierda, los zurdos, los etiquetados o los que las colocan, los brutos o los sabios y el utópico Santo Grial “La Verdad”.
Unos quieren recibir clases, a esos se les llama malhechores, desinteresados al darle la espalda al porvenir, otros caminan regocijantes sin rumbo fijo, gritan: ¡Estamos en desacuerdo! a ellos, otros (malintencionados quizás) les patean el talón, esos que quieren al Super-Hombre. Algunos tienen consignas interesantes, a otros no les merece la pena escucharles. Los tajantes iracundos chillan y se pavonean frente a las cámaras más que amarillas de lado y lado.
El problema no es solo que llegue a nuestro Señor “todo poderoso” la plegaria, sino saber qué pedir cuando rezas, qué queremos de la luz celestial, el flaco aquel de Tierra De Nadie está sacando su tesis, la greñuda de humanidades quiere respuestas presupuestarias, los hermanos del charco no quieren bochinche, el chamo de la fotocopiadora se fue a la marcha.
Tenemos que llegar a un acuerdo en el nombre del padre, del hijo y del espíritu universitario, debemos sentir el galope de los cuatro verdugos. Paz en nuestra santificada (espero que por todos) Universidad Central De Venezuela, la misma que nos bautizó como tirapiedras, esa que recoge nuestros traseros al echarnos en los pasillos (la celestial pincelada de Villanueva), la que criticamos y aún es nuestra ¡Amén!

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