
La Elección en Sartre “Cuando decimos que el hombre se elige, entendemos que cada uno de nosotros se elige, pero también queremos decir con esto que al elegirse elige a todos los hombres.”
Hilvanando esta cita frente a una consideración plausible de lo que somos, J.P. Sartre en El Existencialismo Es Un Humanismo afirma que el ser humano se crea a sí mismo, abrazándose a la “posibilidad” que tenemos de decidir ser una cosa u otra. Nuestro juicio frente a dicha elección dependerá de que tan sinceros seamos con nosotros mismos, tal como la certeza de poseer una consciencia, que no solo nos habla de nosotros sino también de los demás.
El ser unos seres echados, “arrojados en el mundo” como decía Heidegger, nos obliga a un responder, esto conlleva obligatoriamente a una elección. Elegimos constantemente, el autor nos habla de aquellas elecciones de las cuales no queremos hacernos responsables, para las que nos abrigamos con un determinismo, la suerte, Dios o a cualquiera otra justificación. Para un existencialista esto será obrar de “mala fe”, como aquel que vive tras una máscara. Un mentiroso.
Parece ser que, para Sartre, un hombre íntegro sería aquel que se conoce así mismo, aquel que se hace responsable de sí, de sus actos, ese que piensa en el otro a la hora de tomar una decisión y se responsabiliza de esta. Actuantes de “mala fe” serán quienes eligen conociéndose y aún así deciden dejar de lado la culpa, así como aquel que se atreve a justificar lo que no es más que el goce de su plena libertad.
Le merece al filósofo, entender al hombre desde su condición y no desde su naturaleza, la condición de ser humano involucra conceptos que forjamos con nuestro actuar, conceptos que están fuera de lo que por naturaleza somos, que estructuran eso que nos hemos hecho, a través de un recorrido en donde obtenemos la madurez suficiente para decidir obrar bien.
El problema está en la imposibilidad de vaticinar si aquello que hemos elegido será lo bueno, lo correcto, aquello que danzará frente a la aceptación social, como un Lego que calce en nuestro mundo moral. Se produce en nosotros angustia tras una elección, una angustia que no es más que la revelación de lo expuesto por Sartre, nos angustiamos porque sabemos que nuestra elección fue libre ¿pude elegir otra cosa? pensar si acaso en las consecuencias de lo que hice, mala fe si, al visualizarme actuando, dejé de verlos a todos.
El deseo toma protagonismo en la construcción de un “proyecto”. ¡Lo que haré por mí y para ellos! Así caminamos hacia lo que elegimos conscientemente, dice Sartre: “Porque lo que entendemos ordinariamente por querer es una decisión consciente, que para la mayoría de nosotros es posterior a lo que el hombre ha hecho de sí mismo.” A lo que siguiendo con el desarrollo argumentativo planteado previamente, deviene “la angustia”, si es que mantenemos una buena relación con nuestra conciencia, si acaso no pretendemos disfrazarla.
Sartre ve otra perspectiva del acto humano, de esa manera peculiar en la que intimamos con nosotros mismos, el reflexionar. Lo bueno para el autor no es el resultado de sopesar nuestros actos frente a un juicio que distraiga la mirada y la culpa, evadiendo nuestra responsabilidad, como si malintencionadamente quisiéramos ser considerados inválidos pese a sabernos capaces, como decir que Viktor Frankl sobrevivió a la Alemania Nazi por elección y no por azar (FRANKL, Viktor, “El Hombre En Busca Del Sentido”).
Así el filósofo habla de otorgarle valor a nuestra elección, a nuestra facultad de vivir la libertad propia y la ajena, sin miedo a comprometernos con lo que somos, con lo que cada uno de nosotros hemos dibujado con gran dificultad de nosotros mismos, porque todos somos más que espectadores.
“El otro es indispensable a mi existencia tanto como el conocimiento que tengo de mí mismo.”

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