Venezuela Marcha A Clases

Chapuzón de sudor, la marcha parece ser ya una tradición, como en un maratón mujeres y hombres recorren la ciudad, con consignas, pancartas, alegorías a toda garganta, la protesta se expresa a pie. Son respuesta a un llamado, que acuña en el marchista la inspiración, el miedo, la ambición y hasta el alcohol. Defienden o maldicen “El Proyecto País”, del que todos están hasta el cuello, pero muy pocos pueden proponer un buen argumento para expresar afán o descontento.
De regreso a clases, me siento un soldado en destierro, cómo es posible que a un estudiante le corten el pellejo, porque no sabe bien con qué carajo está en desacuerdo. La milicia “revolucionaria” batalla, despiadada no perdonará flagrancia.
Casi puedo saborear la Francia de Michelet, la danza de cabezas degolladas era necesaria para la eufórica revolución, hoy son menos sangrientas, pero aún más huecas, esas cabezas son expuestas, no en estacas sino en las cámaras, de entre la deleznable mofa sobre los inconscientes surgen las conclusiones: “ellos no conocen nada” “no saben por qué marchan”, así la generalización anuda mi tráquea.
Salir a marchar es un derecho, ahumado ejercicio de la libertad, un placer hilarante tras bambalinas. Pero la verdad se ajusta a dos puntas, quien hale con más fuerza hará caer al extremista, que, lleno de barro, no podrá mostrar su rostro, una máscara que nos tocará llevar en pleno a los que desavenimos, aunque no todos hayamos bregado en esa contienda.
Quien no quiera mojarse del chaparrón jocoso, se planta frente a un bosque engañoso de pocos senderos, resplandecientes o borrascosos. Está el camino de la apatía, lleno de ardillas egoístas, otros abordan la protesta, colibríes activistas, que flagelan la estabilidad de utilería donde anidan cuervos y arpías. Y si acaso me atasco en la arboleda, que no se me señale por no sumarme a la jauría, ni soy adeco ni copeyano, ¿y qué tienen ellos de malo?, no vengo disociado ni estoy obnubilado, no ando por andar ni “el imperio” me mandó. Solo soy joven y decente, eso me dice la gente.
¿Cómo hacemos para andar con nuestra conciencia social, si los lobos aullarán hambrientos de compatriotas, cuando la luna salga a iluminar la ignorancia? Se sirven nuestros ojos y oídos en un plato dantesco, del que degustarán los poderosos, con colmillos que desgarran la dignidad de sus hermanos.
Se colocan pues orondos, como sabiondos, superiores de rango, ¡jeques de la intelectualidad! Solo gracias al regocijante contraste con una masa falaz, cuya torpeza deviene en fanfarrias de “éxito”, que les hace pensar a los indoctos hedonistas que vale más las risas que la pericia. Frustrante aserción que me deja inerte, mi país el de la guasa, el lugar del indetenible bochinche, hombres de carcajadas son los actuantes políticos, oscuro humor el chistoso descrédito, los arlequines se roban la corona.
“Mientras viva, nunca me retiraré del sendero al internarme en el bosque, cosa que mi madre me había ya prohibido hacer.”(Caperucita Roja. Hnos Grimm).
La Incertidumbre Reina Y Educa
Análisis A La Ley Orgánica De Educación 2009
Y si se tratase de otra fábula del insigne Allan Poe, me mantendría del todo ecuánime, podría repetirte al defender los brotes de éste festival reaccionario. Pero ya ningún ratón hace caso a las maravillas del flautista, ese sonido ahora chilla, porque adorna la peste mística y desdeña a punta de una maliciosa apatía, la verdadera melodía.

Leía la Ley Orgánica De Educación, satanizada de ante mano por un obstinado sector, de cuyas culpas aprecio tu absolución y es que ¿acaso culparías a un sanfermines por su escozor al cabestro? Así, me hacía de artículos y apartados de esté refrito, ahora orgánico, analizando, sacando de mi testa los ecos de algunos ávidos en la materia, susurros de mi saber.

Grité ¡Globovisión y El Nacional déjenme esta vez pensar cual ermitaño, para que ninguno me presuma obnubilado! quería sacarme una opinión enajenada. Y si bien de leyes un hombre del derecho más que yo debe saber, es claro que de reclamos y necesidades como ser humano y estudiante afincaría mi parecer.

Paso a paso, de mi recorrido por la LOE me iba preguntando, ¿Atiende acaso al deterioro de nuestro sistema educativo? ¿Hay tras estas líneas mucha diferencia con la interfecta hoy bajo tierra? De los artículos por falta de razón no hice mucha objeción, pero tras esa pírrica redacción, algo de entre la norma me llamo la atención, El ejecutivo tiene mayor incursión en la educación como órgano transformador. ¿Qué supone esa mutación?

Lo ambiguo castraría mi fe, birrionda palabrería que solo alienta el desengaño.

El artículo 11 esgrime sobre la educación su deber ser, “valoración ética” y “transformación individual y social”, fundamentada en una “doctrina bolivariana”, que no está especificada ¿Dónde averiguo su definición y fundamentos? ¿Puedes decirme lo que un ideario bolivariano es?, porque a obligación todos de eso tenemos que beber, “tanto en las instituciones oficiales como privadas” de esa enseñanza no pueden prescindir. Y si acaso no tienen claro su significado imagino que les costará caro ese pecado.

“De La Administración y Régimen Educativo”. El artículo 40 atiende a la “Supervisión Educativa”, se toman de la mano como enamorados, la naciente “democracia participativa” y el supuesto recto camino de todas las instituciones de educación. Y si hasta ahora sabemos que el país de la impunidad desaparece cuando los tiranos pregonan la sátira de una realidad que solo ellos viven. Y el derecho, que se viste de tantas y por lo general tan deshonestas interpretaciones. Y si una ley orgánica ahora no es merecedora de las decisiones de la mayoría sino del decreto del omnipresente. ¿He acaso de pedirte clemencia por temer perderme en una estampida de leyes, que sepultan el estado de derecho de mi país?

Una misiva de trasnochos e investigación, suman mi examen a este nuevo panzazo, tras la insipiente nostalgia que me calienta, por mirarme en aquella fotografía, en la que me veía despistado, Yo era, a duras penas, un ciudadano. Hoy veo con desdén, como atajo de mi conciencia social, el crepúsculo en una colmena incrédula, sin la miel de la esperanza, por ser incapaz de posarse en los pétalos de una postura objetiva.

Nos cortaron la cabeza, en su lugar hay una mecha, así, cuando una idea le encienda, no quedará más disidencia.

Me encuentro de pie, frente al embrollo reciente. Otra batalla entre las eufóricas alas de un pueblo y el gran picacho que les despluma, en un vuelo sin rumbo, de torcido revoloteo, que hace palidecer mi rostro, cuando las entrañas se contraen cada vez que presagio el alba de nuestra tierra, que va en picada, encaminada a una nueva cultura de acertijos, donde prevalece el idealismo y la ignorancia.

La venezolana con los ojos vendados, también sostiene una balanza, solo que esta va inclinada, está erguida para proteger su parcialidad, con la espada de un proyecto taurino, que a cornadas educará según los paradigmas engalanados a una sola voz, que hoy piensa por el legislativo, el judicial, el electoral y el moral de la patria.

Al toro, que solo puede ver el rojo, ¿acaso le importan los bordados de oro de un inquieto capote?

Piratería Ucevista

Mosaicos. Cemento. Fauna estudiantil. UCV. La danza de morrales y gafas, sacudimos los corotos, llegamos temprano a clases. ¡Espíritu universitario! pregonamos orgullosos, pavoneándonos camino a nuestros salones. Pero la perspectiva del ucevista, enchumbada de colores, alientos y de ese característico olor a grama recién cortada, quizás está viciada. De ese barco ya han lanzado el ancla, no hay más que, desde estribor, hacernos del binocular.

¿En qué lugar se encuentra la brújula? ¿Acaso hemos perdido el rumbo? En busca del norte, dibujamos un mapa del tesoro, algo trastocado, todos nos queremos graduar. Nuestro futuro es como una red echada al mar, una de esas que desgarran de las profundidades sus sedimentos; nuestra conciencia, entre algas y una bota, es el botín del que se sirven algunos marineros apáticos, no les preocupa su educación, su universidad o su país.

Un bostezo perenne y maldito cala en mis intrigas ¿qué haces acá compañero? el canto de sirenas patea la retaguardia de una multitud, impávidos contemplan su cercanía al abismo, no importa la reminiscencia de aquellos tirapiedras, la evocación de un talante de hombres y mujeres forjadores de historia, de cambios, de protesta, que al parecer ni los estudiosos de la filosofía estamos prestos a recordar.

Apostado en el mástil de la escuela de filosofía, percibo con horror que no es cuanto se presumía, serán las bocanadas de humo que nublan mi horizonte. Me siento entre piratas. Con el parche en el ojo vemos a medias, con la pata de palo damos pasos cortos, parece un garfio el brazo de nuestros reclamos, ya no gritamos, porque las barbas de la desidia largas son.

Cuántos de nosotros damos vueltas a ojo pelado, al pendiente de esos hechos que bautizan nuestro gentilicio, pilas con lo que nos rodea. Venezolanos y universitarios. Pisar tierra firme o vivir en un barco de papel parece una elección fácil, cuando te crispan los pelos muchos truenos en altamar.

Aún así parece tedioso servirse más de aquello que a obligación ha mandado el capitán, tragarse un libro es osadía, como una de las aventuras de Verne1. Sabe a toronja verde el panorama, para algunos es mejor no probar un “El Nacional” o “El Universal”, quizás se les extrañe cuando se les eche a los tiburones. Otros son los activistas, con consignas políticas extra cátedras, atacados por la carroña incrédula, que como las aves de Hitckoch2 desmiembran toda posible buena intención.
Para colmo, recibimos dardos en nuestra frente, ojos y sonrisa, en el bar de las comparaciones se juega Tiro Al Blanco. La Oxford que describe Javier Marías socaba mi aplomo y ¿cómo estar erguidos cargando el bochorno? Pero si acaso tomásemos de la pena, fortaleza para cambiar, para mejorar. “La Universidad Central De Venezuela siempre ha sido la mejor” en boca del más despistado de los paisanos, pero vivirla nos hace girar el timón, “Ya no es lo que era”.

No quise cañonear una descripción pesimista. Sostengo que necesitamos espabilar, salir del letargo, aunque no todo sea malo en este navío de cerebros. Algunos vienen con corazón o con postgrado, traen ejemplos y moralejas, uno que otro nos marca, nos encanta, están los que odiamos y los que motivan, muchos empujan y ¡claro! estamos los que preguntamos, no más entresijos como vela.

Saquemos provecho de nuestros sesos, ¡cuestionemos!...

¿Nos importa la universidad? ¿Quién lleva la batuta? ¿Qué queremos hacer de nosotros? ¿Y nuestro país? ¿Qué pasó con este Leviatán loco y rojo? ¿Son extraterrestres los congéneres de Oxford? ¿La culpa es de los profesores, de los alumnos o de la vaca?

“! Tripulantes! ¡Compañeros! ¡Vengan ya! ¡Un extraño se adueño del timóm!”4
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1. Julio Verne: escritor francés.
2. Véase The Birds, Alfred J Hitchcock.
3. Javier Marías. Pasiones Pasadas. 2007. Pp45-49.
4. Kafka, Franz. Parábolas y Paradojas. Pp170 Edit. longseller.

Plegaria Ucevista

Vírgenes, banquillos, cáliz, velas, confesionarios, santos y curas, son precisables al emperifollar alguna iglesia, sin contar de los agobiantes murmullos que suponen las súplicas a la resolución de lo insostenible, las benditas oraciones, en donde La Central encuentra su primera semejanza con las doradas sacristías.
En tiempos como estos, los feligreses que mochila a cuestas, tras empellones en Ciudad Universitaria asistimos a recibir el sermón de titulados reconocidos, académicos viajados, prácticos en su materia, orgullo de nuestro país, nos hacemos la misma pregunta al unísona ¿Qué pasará hoy? Pues el día a día ha dejado de ser monotonía en las entrañas de la máxima casa de estudios. La adrenalina borbollea como ostia sin absolución.
“La marcha es mañana” “disparos desde la cachucha” “un balaceado en El Clínico”. Nada, ya nada nos sorprende, ¡Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa! ¿A quién culpamos sin parecernos a los apedreadores de la meretriz? Los que menean los pupitres, Los que se pintan las palmas, Los que ostentan el poder divino, los que se hacen llamar de izquierda, los zurdos, los etiquetados o los que las colocan, los brutos o los sabios y el utópico Santo Grial “La Verdad”.
Unos quieren recibir clases, a esos se les llama malhechores, desinteresados al darle la espalda al porvenir, otros caminan regocijantes sin rumbo fijo, gritan: ¡Estamos en desacuerdo! a ellos, otros (malintencionados quizás) les patean el talón, esos que quieren al Super-Hombre. Algunos tienen consignas interesantes, a otros no les merece la pena escucharles. Los tajantes iracundos chillan y se pavonean frente a las cámaras más que amarillas de lado y lado.
El problema no es solo que llegue a nuestro Señor “todo poderoso” la plegaria, sino saber qué pedir cuando rezas, qué queremos de la luz celestial, el flaco aquel de Tierra De Nadie está sacando su tesis, la greñuda de humanidades quiere respuestas presupuestarias, los hermanos del charco no quieren bochinche, el chamo de la fotocopiadora se fue a la marcha.
Tenemos que llegar a un acuerdo en el nombre del padre, del hijo y del espíritu universitario, debemos sentir el galope de los cuatro verdugos. Paz en nuestra santificada (espero que por todos) Universidad Central De Venezuela, la misma que nos bautizó como tirapiedras, esa que recoge nuestros traseros al echarnos en los pasillos (la celestial pincelada de Villanueva), la que criticamos y aún es nuestra ¡Amén!


El Príncipe Maquiavélico

Nicolás Maquiavelo tiritaba del miedo luego de que, en lontananza, avistara el arribo de los Medici, con todo y su corte, a Florencia. Poco importaba si creía en su apreciado Lorenzo y sucesores, vulgares ladrones. Su pesar era inminente. No sólo llegaban los dueños del terruño, sino también y con ellos, su claustro y el despojo del cargo de secretario de la república.

Detrás de los barrotes, Maquiavelo se hizo de la pluma para llevar al papel todo cuanto había visto mientras trabajaba en la cancillería. No sólo sentaría en la páginas el devenir de los tiempos republicanos que vivió Florencia, sino que también esgrimiría su hipótesis de cómo los gobiernos monárquicos se valen de todo tipo de argucias, triquiñuelas, chisme de lechos y pasillos cortesanos, espadas, batallas, fuegos, riñas y engaños para mantener el poder en sólo un par de manos, en una sola y rutilante corona.


Así, la célebre frase, "el fin justifica los medios", pasaría a las indelebles páginas de la historia.

De su experiencia escribió, no hay príncipe sin principado, heredados son unos pocos agraciados, por designio divino y también Maquiavelo los conoció nuevos y mixtos, dónde prevalecían aquellos antiguos más listos. El temor ha de infligir en los siervos de la corona, acabose al amor como insignia y pertinente una virtud entendida como presteza del delfín.


El autoritarismo, el despotismo, la ruindad, deben ser las armas que todo príncipe que se respete ha de empuñar. Sus vasallos de terror deben temblar obedientes, con la cabeza abajo, jamás refunfuñar. La obediencia es la condena. En caso contrario, el trono corre el riesgo de que las masas se rebelen y así perder, como agua entre las manos, el poder real.


De oscura fue tildada esta pragmática obra, por lo inconveniente que le parecía a los Hegemónicos lavar su armadura, su nombre era afín al del mismísimo Satán, maquiavélico epitafio le supuso el transcurrir de sus días, pese a recibir amnistía murió en la miseria y sin imaginar que tras generaciones un legado expelo. El Príncipe, quizás el dibujo más realista de la conformación social y política de una era.

La Inglaterra de Hobbes




Bajo el polémico reinado de “la ilegítima”, en una sociedad impregnada de luchas políticas y guerras, Papa versus monarcas, ¿herejía o protestantismo?, sangre y más sangre en el cadalso, nacía Thomas Hobbes, en el ceno de una sociedad cuyos paradigmas medievales ya rancios se encaminaban al cambio, el fin de un “largo período de transición” 1.


La influencia del contexto histórico en la filosofía de la época y particularmente en Hobbes tendría notoriedad fundamentalmente desde mi perspectiva, a su continuo interés por dar respuestas a las necesidades de un conglomerado, distraído por un despertar a la ciencia, un reordenamiento religioso, la deliciosa bofetada de las artes, el cambio de liderazgos político- económicos, y así en prácticamente en todo su horizonte, para lo que se encamino el filósofo a la idea de estado, a semblanza de una inmensa frisa que abrigase las heladas almas inglesas, asoladas por la incertidumbre y la desesperanza.


Elisabeth I, sería reina de Inglaterra desde 1558 hasta su muerte en 1603, “La Reina Virgen” se había hecho de la corona tras la muerte de su media hermana, siendo Isabel rechazada fuertemente por el clérigo dada su procedencia, recordando que su madre fue Ana Bolena, quien murió acusada de herejía por brujería tras la traición de su esposo Enrique XVIII (padre de Isabel) y además de la animadversión del sumo pontífice hacia “La Bastarda”2 dado que esta era abiertamente protestante y lograría incluso con la “ley de uniformidad” sumir en el calvinismo a toda Inglaterra.


Tras numerosas guerras y afianzamientos, Francia, España, Holanda o Escocia, el período de los Tudor representa para el pueblo ingles un aprendizaje por ejemplo en el ámbito político, mostrando gran osadía como en el caso de los monarcas para revelarse al poder de la iglesia, audacia en la intervención de lo jurídico, la ley, el manejo de las crisis internacionales, la guerra, que devendría en luchas internas de poder como el caso del parlamento. La facultad de minimizar enemigos del estado a través de unas ávidas y otras tontas estrategias, como la guerra con Francia, o las resoluciones de Elizabeth ordenando la muerte de María Estuardo, las consecuencias de todo esto en la historia y así muchísima actividad de índole práctico y tangible para la sociedad de la época, apoderados feudales, la continua lucha de la fuerza romana papal por imponerse de nuevo y la muerte de muchos enviados a la guerra, no dejaría de mellar el alma seguramente de el joven Thomas.


A la postre, ¡próxima cabeza a la guillotina! la Edad Media, dando paso a un nuevo período histórico, El Renacimiento, tras empellones la ilustre salida a una sepa de tiempo doctrinario, cuyo legado para el nuevo renacer sería más que el indomable dogma y la filosofía escolástica, sobre todo tomando en cuenta que “los supremos misterios de la fe no eran accesibles a la filosofía”3.

El siguiente período de Jacobo I sería considerado uno de los peores para Inglaterra, que terminaría por deteriorarse con la rebelión Irlandesa en 1641, cuando la Cámara de los comunes pediría rendir cuentas al rey y haría fuerte presión para pugnar una reforma, ganando el parlamento afianzamiento en el consejo, inmiscuyéndose en las decisiones sobre la Iglesia y el ejercitó. El Parlamento se imponía con fuerte apoyo burgués, así el de nobles y campesinos, fortaleciéndose a costillas del cobro de aduanas y el apoyo de la armada, haciendo posible que se ordenasen en 1649 la ejecución del Rey 4.


Oliver Crowell terminaría por llenar el vacío de poder anhelado por el parlamento, abrazado a un temple significativo, alto nivel económico y militar, dotando a Inglaterra de una merecida estabilidad política durante veinticinco años y que terminaría por enmarcar la vida de Hobbes quien encontraría la muerte en 1679.


La vida de Thomas Hobbes, su filosofía, se haya contrastada por numerosos cambios, de los epitafios y amores shakesperianos, de la impresionante conquista de nuevas tierras, la significancia científica competencia de Copérnico e ilustrada por Kepler, cambios y más cambios, los atuendos y las maneras, el arte y la arquitectura, los tabúes (que hasta nuestra época nos asechan) e inestabilidad política, que lo llevarían quizás a atender a un nuevo hombre, a mirarle con el ojo del renacentista, a bajar el poder mítico hasta su mano, la misma que esgrimiría El Leviatán como respuesta no solo a ese momento histórico sino en el que incluso a posteriori serviría de fundamento a renovadas filosofías.

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1:W Windelband. “Historia De La Filosofía Moderna En Su Relación Con La Cultura General Y Las Ciencias Particulares”. Ed Nova. Introducción. Argentina.
2: Referencia Web:
http://www.elizabethi.org/)
3:W Windelband. Idem PP 8
4: Enrique Romerales. “Del Empirismo Soberano Al Parlamento de Las Ideas”. Ed Akal. Pp16-19. Madrid.

La Elección en Sartre


“Cuando decimos que el hombre se elige, entendemos que cada uno de nosotros se elige, pero también queremos decir con esto que al elegirse elige a todos los hombres.”


Hilvanando esta cita frente a una consideración plausible de lo que somos, J.P. Sartre en El Existencialismo Es Un Humanismo afirma que el ser humano se crea a sí mismo, abrazándose a la “posibilidad” que tenemos de decidir ser una cosa u otra. Nuestro juicio frente a dicha elección dependerá de que tan sinceros seamos con nosotros mismos, tal como la certeza de poseer una consciencia, que no solo nos habla de nosotros sino también de los demás.


El ser unos seres echados, “arrojados en el mundo” como decía Heidegger, nos obliga a un responder, esto conlleva obligatoriamente a una elección. Elegimos constantemente, el autor nos habla de aquellas elecciones de las cuales no queremos hacernos responsables, para las que nos abrigamos con un determinismo, la suerte, Dios o a cualquiera otra justificación. Para un existencialista esto será obrar de “mala fe”, como aquel que vive tras una máscara. Un mentiroso.


Parece ser que, para Sartre, un hombre íntegro sería aquel que se conoce así mismo, aquel que se hace responsable de sí, de sus actos, ese que piensa en el otro a la hora de tomar una decisión y se responsabiliza de esta. Actuantes de “mala fe” serán quienes eligen conociéndose y aún así deciden dejar de lado la culpa, así como aquel que se atreve a justificar lo que no es más que el goce de su plena libertad.


Le merece al filósofo, entender al hombre desde su condición y no desde su naturaleza, la condición de ser humano involucra conceptos que forjamos con nuestro actuar, conceptos que están fuera de lo que por naturaleza somos, que estructuran eso que nos hemos hecho, a través de un recorrido en donde obtenemos la madurez suficiente para decidir obrar bien.


El problema está en la imposibilidad de vaticinar si aquello que hemos elegido será lo bueno, lo correcto, aquello que danzará frente a la aceptación social, como un Lego que calce en nuestro mundo moral. Se produce en nosotros angustia tras una elección, una angustia que no es más que la revelación de lo expuesto por Sartre, nos angustiamos porque sabemos que nuestra elección fue libre ¿pude elegir otra cosa? pensar si acaso en las consecuencias de lo que hice, mala fe si, al visualizarme actuando, dejé de verlos a todos.


El deseo toma protagonismo en la construcción de un “proyecto”. ¡Lo que haré por mí y para ellos! Así caminamos hacia lo que elegimos conscientemente, dice Sartre: “Porque lo que entendemos ordinariamente por querer es una decisión consciente, que para la mayoría de nosotros es posterior a lo que el hombre ha hecho de sí mismo.” A lo que siguiendo con el desarrollo argumentativo planteado previamente, deviene “la angustia”, si es que mantenemos una buena relación con nuestra conciencia, si acaso no pretendemos disfrazarla.


Sartre ve otra perspectiva del acto humano, de esa manera peculiar en la que intimamos con nosotros mismos, el reflexionar. Lo bueno para el autor no es el resultado de sopesar nuestros actos frente a un juicio que distraiga la mirada y la culpa, evadiendo nuestra responsabilidad, como si malintencionadamente quisiéramos ser considerados inválidos pese a sabernos capaces, como decir que Viktor Frankl sobrevivió a la Alemania Nazi por elección y no por azar (FRANKL, Viktor, “El Hombre En Busca Del Sentido”).


Así el filósofo habla de otorgarle valor a nuestra elección, a nuestra facultad de vivir la libertad propia y la ajena, sin miedo a comprometernos con lo que somos, con lo que cada uno de nosotros hemos dibujado con gran dificultad de nosotros mismos, porque todos somos más que espectadores.


“El otro es indispensable a mi existencia tanto como el conocimiento que tengo de mí mismo.”